Paseo por la Laura de la Santísima Trinidad y san Sergio

San Sergio de Rádonezh y la fundación del convento

Nuestro sagrado convento fue fundado por el beato Sergio de Rádonezh, uno de los santos más venerados en toda Rusia.
Nació en el año de 1319 en la familia de los muy distinguidos nobles y piadosos Cirilo y María. Desde muy temprana edad el Santo (cuyo nombre de pila fue Bartolomé) deseaba consagrar toda su vida al servicio de Dios. Sin embargo, Cirilo y María por mucho tiempo desaprobaron que su hijo se entregara a la vida monástica. Sólo un poco antes del deceso de sus padres, san Sergio y su hermano mayor Esteban, tomaron los hábitos, retirándose a una colina, perdida en la espesura del bosque. El futuro Santo Patrono de la tierra Rusa contaba entonces con 23 años. Naturalmente, entonces no pensaba en la gloria que podía representar este lugar que le había atraído por su lejanía y aislamiento del resto de las personas. Con sus propias manos, los hermanos construyeron en este sitio una iglesia y un aposento, consagradas en nombre de la Santísima Trinidad.
La vida en el retiro no fue nada fácil para Esteban, el hermano mayor de san Sergio y muy pronto se alejó de esos lugares. El Santo se quedó en completa soledad y con mayor celo se entregó al ayuno y a la oración. Muy pronto se cumplieron los más anhelados deseos del joven: Mitrofan, el padre superior de uno de los monasterios cercanos, le tomó los hábitos.
Ninguna hora el día pasaba san Sergio en vano o en la ociosidad. Combinaba sabiamente la oración y el trabajo, el canto de los Salmos y la lectura de los libros sagrados, cada vez más iba en aumento su erudición y cada día de su vida se acercaba más y más a Cristo. San Sergio seguía por el camino de los devotos de los primeros siglos del cristianismo tales como: los Santos Antonio y Macario Magnos; san Juan Clímaco, el abad Doroteo y muchos otros más. Cada paso en su vida monástica procuraba llevarlo a cabo tomando ejemplo de sus escritos. Los sagrados eremitas y anacoretas de los lejanos desiertos orientales le señalaban al joven ruso, fiel amante de Dios, el camino hacia la morada celestial. San Sergio también adoraba a los primeros prosélitos del monaquismo ruso: Antonio y Teodosio Pecherski y a sus innumerables seguidores. El Santo se esforzaba por lograr en su vida aquel ideal de santidad, que habían logrado todos ellos, marchando por siempre hacia Dios por el camino riguroso en concordancia con las enseñanzas de nuestro Salvador. Valerosamente, resistiendo toda tentación, fijaba su mirada hacia el Cristo celestial y con todas sus fuerzas se entregaba en búsqueda de Dios, objetivo en la vida de todo hombre.
La única aspiración de san Sergio era la salvación de su propia alma. Quería vivir y morir en su retiro del bosque. Pero sabemos que frecuentemente el Señor otorga la Gracia a aquél hombre, que, por todos los medios trata de evitarla y, contrariamente, la quita a aquél que la ambiciona. El Señor dice: “No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña” (Mateo 5:14). El hombre que sinceramente evita el honor y la gloria terrenales, adquiere la humildad, lo cual es fundamento de todas las virtudes cristianas. Tal individuo puede brindar a Dios no solamente su alma propia, sino interceder por la de los demás. Así ocurrió con san Sergio. Por todas las ciudades cercanas y lejanas se propagó el rumor de que en el bosque de Rádonezh vivía un extraordinario hombre muy devoto. Muy pronto el Santo comenzó a rodearse de personas ansiosa por ser salvadas bajo su mano. San Sergio, con el deseo insistente de sus discípulos, se convierte en sacerdote y superior del monasterio fundado por él mismo. La humildad, la entereza y el amor hacia Dios y a sus prójimos hacían del Santo un enorme devoto e intercesor por la tierra Rusa aún, en tiempo de su vida terrenal.
La humildad era ante todo la virtud que caracterizaba la santidad del reverendo Sergio de Rádonezh. En la biografía del Santo, compuesta por su discípulo, Epifanio el Sabio, hay muchas referencias que dan cuenta de ello. Por ejemplo, lo siguiente: En una ocasión, en vida de san Sergio, llegó al convento un campesino que había escuchado acerca de las proezas y la gloria del padre superior. El hombre pidió a un hermano que le mostrara al padre Sergio. Los monjes le señalaron a un hombre de edad avanzada con vestiduras remendadas y muy sencillas que estaba arrimando unas tablas al lado de la barda del monasterio. El campesino incrédulo y exaltado, exclamó: “¡Se burlan de mí! Yo vine hasta aquí para ver a un ilustre padre, opulentamente vestido, rodeado de servidumbre y ustedes me enseñan a un campesino cualquiera, seguramente el más ínfimo del monasterio. San Sergio al escuchar las quejas del visitante, abandono su tarea, amablemente lo saludó y lo invitó a pasar al comedor. Le dijo entonces: “No te aflijas hermano, –lo consoló el Santo– Dios es tan benevolente en su casa, que nadie sale de ella con angustia. Y muy pronto Él te mostrará a aquél al que buscas”. En el momento de su charla, al monasterio llegó un príncipe rodeado de un numeroso séquito. El príncipe se tiró a los pies del hombre de Dios, pidiendo su bendición. Entonces el campesino entendió de quien se trataba ese humilde hortelano. Después de la partida del príncipe, con lágrimas rogaba a san Sergio le perdonara por su osadía e ignorancia. “No te aflijas, hijo mío –le dijo el humilde padre–, solamente tú me has juzgado cabalmente, ya que más bien los equivocados son ellos”.
La dirección del monasterio no le atraía mucho a san Sergio, más bien le agobiaba. Cuando al convento llegó la discordia y ante el intento de sublevación de algunos monjes en contra de su superior, san Sergio abandonó el monasterio estableciéndose en la espesura del bosque a la orilla del río Kirzhach. Sólo después de 3 o 4 años ante la intervención del padre Alejo de Moscú, regresó entonces san Sergio a nuestro convento. Cerca del año de 1372 el Patriarca de Constantinopla Filoteo, conocedor de la alta honorabilidad de san Sergio, le envió una cruz, un paraman, la orden sjima y un reconocimiento donde bendecía al Santo y le aconsejaba introducir la Regla de la orden del monasterio. El Santo se dirigió al metropolita de Moscú Alejo, cabeza de la Iglesia Rusa en ese entonces, dando su consentimiento y bendición para que fuera introducida la Regla de la orden de nuestro convento. Poco antes de su muerte, el padre Alejo deseba ver a san Sergio como su sucesor. Quería imponerle la cruz dorada, símbolo del rango metropolitano. El Santo se negó ante tan gran honor. “Disculpe Monseñor –le respondió– en mi juventud nunca he portado el oro, en mi vejez deseo mas que nunca continuar mi existencia en la pobreza”. El padre Alejo, viendo que cualquier insistencia sería en vano, dejó en paz al venerable anciano.
En el año 1380 cuando Mamay, dirigente de la Horda de Oro condujo a su ejercito hacia la destrucción de la tierra Rusa, el gran príncipe Dimitri Ioannovich, preparándose para enfrentarlos, pidió al Santo Sergio su bendición y oraciones. “Si los enemigos quieren de nosotros el honor y la gloria –le dijo el Santo– se los daremos, si quieren plata y oro, se los daremos también; pero si por el nombre de Cristo, por la fe ortodoxa es necesario entregar el alma propia, entonces que la sangre corra”. Las palabras de san Sergio son una interpretación del Evangelio donde está escrito: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6.33). Precisamente debido a esta lealtad al ideal celestial, del cual nuestros honorables ancestros aprendieron al pie de los grandes santos rusos, el Señor ha otorgado generosamente a Rusia su poderío económico y político. Lo celestial y lo terrenal se han unido sorprendentemente en la historia de nuestra sacrosanta Patria. Así, la batalla del 8 de septiembre de 1380 comenzó cuando el seminarista de nuestro monasterio Alejandro Peresvet, al llegar al campo de batalla, siguiendo las indicaciones de san Sergio, admitió el desafío de un caballero tártaro abatiéndolo e inmediatamente, cayendo víctima al mismo tiempo.
San Sergio falleció el 25 de septiembre de 1392. Antes de su muerte, dispuso a los hermanos, ante todo, preservar con rigurosidad la pureza de la fe ortodoxa. El Santo encomendó también preservar la vida en comunión, la pureza espiritual y corporal, el amor nítido, alejarse de los malos deseos, la abstención en la comida y la bebida, tener la aplicación hacia la humildad y el peregrinaje. Desde hace más de 600 años a san Sergio se le conoce como el Patrono de la tierra Rusa. Y sus últimas palabras estuvieron dirigidas no solamente a los hermanos de monasterio. Estuvieron dirigidas a cada uno de los rusos. Si hoy queremos tener al Santo como nuestro intercesor y protector, debemos sacrosantamente cumplir todo aquello que él nos encomendó…
El Santo después de su insigne fallecimiento nunca dejó su monasterio. En el año de 1408 en la época del superior Níkon de Rádonezh († 1426) toda la edificación del monasterio fue quemada ante el embate de las huestes del Khan tártaro Edigio, pero gracias a la milagrosa advertencia de san Sergio ante la amenaza inminente, los cófrades lograron escapar, protegiendo de la profanación los objetos y libros sagrados.

En el año de 1422, al momento de construir el primer templo de piedra de nuestro Trinitario monasterio, fueron halladas las reliquias de san Sergio, que se convirtieron en lo más sagrado de este templo. Desde hace más de seiscientos años, las reliquias del Santo son fuente virtuosa de auxilio para las personas que fehacientemente se acercan a este gran lugar bendito. La curación de los enfermos y la expulsión de los demonios, ayuda en los momentos de pesada aflicción familiar y emocional, protección de los peligros y apoyo en los estudios; sinnúmero de milagros como éstos, no dejan de tener lugar gracias a la devoción a san Sergio. Recientemente han sido dadas a conocer testificaciones acerca de los milagros y curaciones gracias a las reliquias de san Sergio en nuestros días.
Níkon, alumno y sucesor de san Sergio, también ha sido ya canonizado por la Iglesia. San Níkon ha ingresado a la historia de nuestro convento como el constructor, diseñador y continuador de la obra de su padre espiritual. Precisamente se debe a san Níkon el restablecimiento del convento después de la destructiva incursión del khan Edigio. De frente a los rescoldos del convento, san Níkon no se dejó vencer, alentando a la hermandad en los nuevos trabajos. Ante todo, fue levantado un templo de madera en nombre de la Santísima Trinidad, consagrado en el año de 1412, un 25 de septiembre, en memoria de san Sergio. El convento fue rehabilitado y san Níkon llevó a cabo la construcción de una iglesia de piedra sobre la tumba de su padre espiritual.
San Níkon nunca dejó de preocuparse por el bien del monasterio hasta el final de sus días. En la víspera de su fallecimiento, el Señor le reveló el lugar de su futuro descanso: cerca de san Sergio. Habiendo recibido la comunión de todos los Santos Cristianos Sacramentos, san Níkon dio a conocer su última voluntad y bendición señalando: “Ve, alma mía, allá donde te corresponde morar, ve contenta, Cristo te llama”. Y santiguándose, san Níkon entregó su alma al Creador el 17 de noviembre de 1426, siendo sepultado junto a la tumba de san Sergio.
San Níkon fue encargado de atraer para la decoración de la catedral de la Santísima Trinidad a los mejores pintores, los santos monjes Andrei Rublev († c.1427) y Daniel Cherni. Para el iconostasio de la catedral de la Santísima Trinidad fue pintada por san Andrey Rublev el icono de la Santísima Trinidad, grandiosa obra maestra del pintor ruso, que plasma todo aquello que había sido manifestado a nosotros por san Sergio.
El icono ortodoxo es una ventana a otra dimensión, y el individuo reverentemente ante éste, sin muchas palabras y pruebas, se convence de la existencia del sorprendente mundo de la belleza y la santidad Divinas. “El evangelio nos enseña la vida santa y el icono nos revela esta vida”, anota uno de los expertos contemporáneos en Iconología. El iconostasio del templo ortodoxo (que por cierto antes del iconostasio del la catedral de la Santísima Trinidad, nuestra Iglesia no poseía iconostasios tan altos), perceptiblemente nos muestra que en la misa toman parte no solamente los miembros de lo terrenal, sino que además los de la Iglesia Celestial. La Madre de Dios, los profetas, los apóstoles, los mártires cristianos rezan con nosotros y por nosotros, y esta unión de las partes por separado de la Iglesia de Cristo en comunión, está viva y es perpetua. Las herejías de los iconoclastas antiguos (siglos VIII-IX) y de los iconoclastas contemporáneos (innumerables corrientes protestantes) no es únicamente una “teología errada”. Los iconoclastas de todos los tiempos han destruido y destruyen el nexo entre lo terrenal y la Iglesia Celestial y es comprensible el celo hacia los santos ortodoxos, conocedores de la realidad triunfante de esta alianza.
En consecuencia y en relación con la decadencia general de la vida espiritual, el arte religioso fue adquiriendo cada vez más un carácter terrenal, convirtiéndose en el mejor de los casos, en una ilustración devota de los episodios del la Sagrada Escritura. Este proceso es bastante notorio, por ejemplo, al comparar las obras de San Andrey Rublev y la pintura religiosa en algunos otros templos de nuestra Laura. Pero el Espíritu Santo sopla por donde quiere (Juan 3.8), y los numerosos iconos elaborados fuera de los cánones establecidos, son alabados por el Señor por la virtud de los milagros y las curaciones.
En la catedral de la Santísima Trinidad en nuestros días se celebra la toma de hábitos de los frailes. Como en el tiempo de san Sergio, en nuestros días, cada individuo dispuesto a servir al Señor, entrega sus tres votos: de castidad, de pobreza y de obediencia. Éste entrega tres veces las tijeras al padre superior en señal de que nadie le está obligando a tomar el camino monacal. Después de esto, el padre superior tres veces recorta el cabello en forma de cruz en su cabeza. Al tomar los votos al individuo se le otorga un nuevo nombre, como símbolo de que ha nacido a una nueva vida, llena de santidad.
A un costado, en el interior de la catedral de la Santísima Trinidad hay un altar dedicado a la memoria de san Níkon de Rádonezh, erigido en el año de 1548. Maestro y alumno, ambos santos, se encuentran ante el Señor y su Reino Celestial, y aquí en la tierra, a unos cuantos pasos uno del otro, descansan sus insignes restos.
La construcción verde erigida al santo Níkon lleva por nombre “El retiro de las tres reliquias”. Ahí encontramos las reliquias del santo Josafat, del metropolita de Moscú, san Serapio, archipestre de Nóvgorod y de san Dionisio de Rádonezh, en diferentes momentos, priores responsables de nuestro monasterio. El nombre de éste último, nos retrotrae al tiempo llamado en nuestra historia de la Confusión (Smutnoe). Como entonces, al principio del siglo XVII, como ahora, al principio del XXI, las adversidades y el desconcierto externos se revelaron en fuertes padecimientos espirituales sufridos por la tierra Rusa. En septiembre de 1608 nuestro convento fue asediado por un regimiento de 30, 000 polacos y lituanos. Los sitiados fueron exactamente 2000 hombres que se negaron rotundamente a entregarse. Sólo la intervención de san Sergio puede explicar que el asedio de 16 meses haya sido completamente inútil para los polacos. Los defensores del monasterio continuamente advertían la presencia auxiliadora de San Sergio. En la “Relación sobre el asedio” se describen sorprendentes sucesos de la bienaventurada ayuda Divina a los defensores en este momento crítico para el convento y toda la tierra Rusa.
Al levantarse el sitio en enero de 1610, el santo archimandrita Dionisio ocupó el cargo de prior del monasterio. El auxilio a los heridos y el cuidado de los enfermos, el brindar socorro y refugio a los indigentes, eran las principales actividades de los monjes de nuestro monasterio entonces. Cuando los comerciantes moscovitas codiciosamente, valiéndose de la difícil situación, pasmosamente elevaban el precio de los cereales, el santo Dionisio sacó al mercado todas las reservas de trigo del monasterio, rebajando el precio y preservando la vida de miles de habitantes.
El fin de la Confusión en el estado Moscovita al principio del siglo XVII, también está enlazado al nombre de san Dionisio de Rádonezh. Discípulo del santo Patriarca Hermógenes, san Dionisio, también ardientemente, adoraba la tierra Rusa, padeciendo conjuntamente con ella. Junto con el custodio del monasterio, Abraham Palytsin, enviaban a todos los confines de la Patria comunicados que llamaban a la lucha contra los “ladrones”. En octubre de 1611 uno de estos llamamientos alcanzó la ciudad de Nizhny Nóvgorod, donde poco antes de esto, el honorable ciudadano Cosme Minin Sukhoruka, tres veces había experimentado ya la aparición del san Sergio, aclamándolo a reunir un contingente y acudir a la liberación de Moscú.
Gracias a los esfuerzos de Cosme Minin y a los habitantes de Nizhny Nóvgorod, muy pronto fue reunido un cuerpo de voluntarios, comandado por el príncipe Dmitri Mijáilovich Pozharski. En agosto de 1612 estos voluntarios se dirigieron a Moscú y al pie de los muros del monasterio de la Santísima Trinidad, el santo archimandrita Dionisio, ofició una misa, dándoles su bendición. La crónica anota que cuando los voluntarios se acercaban al monasterio y se preparaban para la oración, soplaba tan fuerte viento desde Moscú, que muchos lo tomaron como una desaprobación de Dios hacia sus intenciones. Pero una vez concluida la misa y que los guerreros, caballos y cañones fueran penetrados por el agua bendita, cesó aquél viento contrario, soplando inesperadamente un fuerte viento con dirección hacia Moscú, como si viniera desde la misma tumba de san Sergio.
El 25 de octubre del año de 1612, oficiaba san Dionisio ofició otra misa de gratitud, esta vez en la catedral de la Asunción en el Kremlin de la liberada Moscú.
Es difícil sobreestimar el significado del monasterio de la Santísima Trinidad en los destinos de Rusia. El gran Patrono de la tierra Rusa, san Sergio, nunca ha abandonado nuestra Patria mediante su intervención y protección piadosa. Y ahora como nunca debemos ante todo, recogernos a su auxilio, ya que nuestra vida se ha vuelto tan alarmante que solamente mediante el milagro de Dios, podrá ser más llevadera.
Después de los tiempos de la Confusión, el beato Dionisio tuvo a su cargo la corrección de los libros litúrgicos. Esto provocó la envidia de sus rivales. Debido a ellos, fue arrojado a las mazmorras. Se le condenó a que diariamente, en presencia de todo el pueblo, realizara mil reverencias. No conforme con esto, el Santo hacía de su parte aún mil reverencias más. Le decía a los que le compadecían que lo ocurrido con él no era una penalidad sino solamente una bondadosísima revelación de la Divina Providencia que le deparaba la salvación a cada individuo. Tal relación del santo mártir hacia los sufrimientos circunstanciales de la vida sirve de disposición también para nosotros, frecuentemente conocedores “mejor que Dios” de lo que es conveniente para sí mismos, y cobardemente alejados de dolor que representa la Cruz de Cristo.
El edificio de los aposentos Metropolitanos adquirió su fisonomía moderna a finales del siglo XVIII. Aquí se aloja el Santísimo Patriarca Aleksi (Alejo o Alexis) II. El Patriarca es el superior de la Laura de la Santísima Trinidad y la administración diaria del convento recae en el representante patriarcal con la dignidad de archimandrita.
El conjunto de la plaza Catedralicia lo adorna la hermosa iglesia de color blanco del Descenso del Espíritu Santo sobre los apóstoles. Fue construida entre los años de 1467-1477 por los maestros pskovitas. Al lado norte del muro de esta iglesia, bajo la cúpula, descansan las reliquias de Máximo el Griego. Originario de Grecia, recibió estupenda educación en Europa, se convenció de que los ideales de la época del Renacimiento eran profundamente ajenos al Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Máximo el Griego se retiró al monte Athos donde tomó los hábitos monásticos. En el año de 1518 llegó a la Rus. En Moscú Máximo el Griego se encargó de la traducción de libros, así como de cuestiones editoriales. Cerca de 1525 fue desautorizado y la mayor parte de su vida la pasó en las celdas o en el exilio. En la pared de una celda escribió con una tiza de carbón un canon al Espíritu Santo.
El santo Máximo el Griego es conocido también por su apego incondicional a la moral cristiana. Cuando el Gran príncipe Basilio III intentó divorciarse de su esposa Salomonia Saburova y casarse con Elena Glinskaya, san Máximo evidenció al gobernante, recordándole sobre lo sagrado y excelso del matrimonio cristiano. Basilio III desobedeció a san Máximo, y de ese matrimonio que había desaprobado, nació el futuro príncipe Iván IV (conocido comúnmente como el Terrible, es más exacto llamarlo el Temible o Amenazante, n. del t.). El santo Máximo el Griego falleció el año de 1556. Son conocidos sus casos de curaciones y de socorro en el peligro gracias a sus sagradas oraciones.
La catedral de la Asunción de la Virgen comenzó a edificarse en el año de 1559. Toda la historia de su construcción está ligada al nombre de Iván IV, primer zar de Rusia. En el año de 1585, después de un año de su muerte, la catedral fue solemnemente bendecida. Además del trono en honor de la Asunción de la Madre de Dios, tras el iconostasio de la catedral se encuentran tres altares laterales más. Uno de ellos en honor de san Nicolás de Bari, terminado el 9 de mayo de 1609. Entonces, en plena invasión, en el monasterio comenzó una epidemia de escorbuto, cobrando numerosas vidas. Los monjes imploraron la intervención de san Nicolás y consagraron el altar en su honor en la Catedral de la Asunción. Después de esto la epidemia disminuyó. Los otros dos altares están consagrados en honor de los santos mártires Feodor Stratilat e Irina. Los nombres de estos santos los llevaban el príncipe Feodor Ioanovich y su esposa la zarina Irina, en cuyo mandato fue bendecida la catedral de la Asunción de la Virgen. En los pilares del ala sureste de la catedral se encuentra el icono de los santos Teodora Stratilat e Irina. Nosotros vemos el modo en que nuestros antepasados respetuosamente de dirigían hacia los protectores celestiales, edificando en su honor santuarios y en su interior, sus iconos. Y cada uno de nosotros recibe el nombre, en el Sacramento del Sagrado Bautismo, de uno u otro santo de la Iglesia Ortodoxa. El día en que la Iglesia celebra su memoria, es el día de nuestro santo. Debemos honrar fervientemente la memoria de nuestro mediador celestial: Estudiar su vida, imitar sus virtudes, fervientemente rezarle, honrar el día de su memoria escuchando la misa y comulgando con los Sagrados Sacramentos de Cristo. En los quioscos y puestos de nuestra Laura se pueden adquirir los iconos de muchos santos, sus vidas y obras; así como también información de otros santuarios y literatura eclesiástica.
En la catedral de la Asunción de la Virgen se encuentran las reliquias de dos santos metropolitas moscovitas del siglo XIX: el santo Filareto (Drozdova † 1867) – trasladadas en el año de 2004 al Templo de Cristo Salvador en Moscú- y de su sucesor en la cátedra de Moscú, el santo Inocencio (Venaminova; † 1879). El santo Filareto es conocido como un piadoso y sobresaliente predicador, teólogo y administrador de la Iglesia.
Forma ya parte de la historia de la cultura rusa su maravillosa correspondencia poética con A. S Pushkin.
“Inútil don, don fortuito, la vida, para qué me es entregada o para qué por el destino oculto eres condenada al escarmiento…”, inquiría el gran poeta, agobiado por el vacío de su vida.
“No es inútil, ni fortuitamente que me es entregada la vida por Dios. No es sin la voluntad misteriosa de Dios que es condenada al escarmiento…” tales palabras de comprensión y consuelo espirituales recibió en respuesta por parte del Santo Filareto.
El Santo Inocencio, apóstol de América y Alaska, predicador de la palabra de Dios en las islas Aleutianas, desde 1868, fue metropolita de Moscú.
En la catedral de la Asunción de la Virgen se encuentra también el ataúd de madera de san Sergio de Rádonezh, en el que su santo cuerpo descansó en la tierra desde 1392 hasta 1422. Este es uno de los santuarios de nuestro convento.
En la cripta bajo la catedral de la Asunción de la Virgen, descansan las cenizas de los dos últimos Patriarcas: Alejo I († 1970) y Pimeno († 1990). En el templo de las criptas hay tres tronos. El central está dedicado a Todos los santos surgidos en la tierra Rusa. Muchos hombres de Dios, ha dado a la Ortodoxia nuestra tierra en todos los tiempos. Su número ha aumentado sobre todo en los últimos años de la persecución de la Iglesia Rusa. Los nuevos mártires y clérigos rusos, son casi nuestros contemporáneos que con su sangre refrendaron su lealtad a Cristo.
La construcción del templo del Refectorio fue terminada en el año de 1692. En ese año nuestra Iglesia festejaba el 300 aniversario del fallecimiento de san Sergio. En honor del Santo fue consagrado el trono principal de este templo. El iconostasio primitivo del templo no se conserva. En el año de 1948 fue instalado el iconostasio del templo Nicolás de la Gran Cruz, destruido en los años 30. En el templo del Refectorio hay también dos pequeños altares laterales: en nombre de san Serafín de Sarov y del santo Josafat de Belgorod. Los altares fueron construidos en los años 50 del siglo XX. Por mucho tiempo, el destino de las sagradas reliquias de Josafat de Belgorod y de Serafín de Sarov, profanadas en los años de la incredulidad, fue desconocido. Fue hasta el año de 1991 en la catedral de Kazán de San Petersburgo, fueron halladas las reliquias de los dos santos, de una forma milagrosa. Y en nuestro templo existieron sus altares juntos uno del otro por más de cuarenta años. Esto es uno de las múltiples manifestaciones de la Divina Voluntad de Dios. Y cada uno de nosotros, al mirar a su propia vida, será testigo de los evidentes favores recibidos de Dios, personalmente. Decía uno de los predicadores de nuestra Laura: No hay persona a la que no haya ayudado Dios, los que hay, son personas con muy mala memoria…”
A un lado del templo del Refectorio se encuentra una iglesia pequeña en honor a la aparición de la Madre de Dios a san Sergio. Ser testigo de tan maravilloso evento, que determinó considerablemente en lo sucesivo la historia de nuestro convento, le correspondió al discípulo e íntimo de san Sergio, san Mikhey de Rádonezh. “Haz vigilia, hijo mío, que en este momento vamos a tener una visita milagrosa.”, tales fueron las palabras que escuchó una vez el Santo Mikhey de su padre superior. Y en ese momento la misma Santísima Virgen Madre de Dios en compañía de los apóstoles Pedro y Juan Evangelista, se aparecieron a la gloria magnífica de su Santo elegido. “No te aflijas por tu convento –se dirigió Ella al Santo- desde ahora tendrá abundancia en todo y no sólo en tu presencia, sino aún después de tu retiro hacia Dios, nunca me alejaré de este lugar y siempre seré su protectora…” En 1734 sobre la tumba de san Mikhey fue construida una iglesia en conmemoración de este suceso. Esta iglesia es conocida también como de Mikhey.
En el año de 1644, cuando se estaba reparando el atrio de la catedral de la Asunción, fue encontrada una fuente curativa. De este esta agua recibió curación el monje ciego Panfucio. Los milagros posteriores reafirmaron la fe del pueblo ortodoxo en el poder de estas aguas y a esta fuente han llegado enfermos de todos los confines de Rusia. La capilla sobre la fuente fue erigida al final del siglo XVII.

El techo sobre el cáliz con la cruz, es la obra arquitectónica más tardía de nuestro convento, construida en el año de 1873. El obelisco memorial fue edificado el año de 1792. En cada lado del obelisco se encuentran unos medallones memoriales, en los cuales están inmortalizados los compromisos de la Laura ante nuestra Patria.
El campanario de la Laura es el más alto en Rusia, con una elevación de 88.5 metros y se construyó a lo largo de más de 30 años siendo terminada en los años 70 del siglo XVIII. Antes de la revolución contaba con 42 campanas. La más grande de ellas (y la más grande en Rusia) es la campana del zar, con un peso de 67 toneladas, a fines de los años 20 del siglo XX, fue destruida al lanzarla de la torre. Pocos años antes de esto, se llevó a cabo uno de los actos más abominables de los años de ateismo: fueron vulneradas las reliquias de san Sergio. Esto sucedió el 11 de abril del año de 1919. Alrededor del campanario, formando un fuerte cerco, estaban los guardias rojos: a los “constructores de la nueva vida” no los aterraba el hecho de que, con el sonido de las campanas, se pudieran juntar los fieles en la Laura. Pero, al día siguiente, las campanas aún así ¡repicaron! Se congregó mucha gente, deseosa de reverenciar las reliquias de nuestro abad Sergio. Un testigo recuerda, que al intentar inclinarse y tocar las reliquias, muchos cerraban los ojos, para “no deshonrar con su sucia mirada la desnudez del Santo”. Ahora nuestra torre cuenta con 23 campanas, casi menos de la mitad que antes de la revolución.
La Laura fue expropiada mediante la resolución del Comité del Pueblo del 1 de noviembre de 1918. Pasado un año, el 10 de noviembre de 1919, de acuerdo a la resolución del Comité de la ciudad de Serguiev, el monasterio fue cerrado. El último responsable de la “antigua” Laura, el archimandrita Kronid, ciego e indefenso, fue arrestado y fusilado, gracias a una acusación fabricada hacia el final de su vida en 1937. La reinstauración de la Laura como monasterio de la Iglesia Ortodoxa Rusa ocurrió en el año de 1946. Desde 1919 hasta 1946 en la Laura se encontraba un museo, un instituto de pedagogía y otras instituciones. En algunos edificios vivían personas. En la Pascua de 1946 en la catedral de la Asunción del monasterio rehabilitado, se celebró la primera misa.
Al día de hoy, se encuentran en la Laura de la Santísima Trinidad y san Sergio, cerca de 200 religiosos. Gracias a sus esfuerzos, se celebran misas a diario en los templos de la Laura, además los monjes son responsables de diversas tareas: la confesión de los peregrinos, actividad editorial, la misión pastoral con los presos, entre otros. Mediante la oración, el retiro, la obediencia y sobre todo, mediante la fuerza celestial de los Sacramentos de la Iglesia, el Señor les da ímpetu para llevar la cruz de su vida. No únicamente los frailes deben recurrir a los Sacramentos salvadores de la Iglesia, también todos los cristianos ortodoxos lo deben hacer. Al ingresar a la iglesia de Cristo mediante el Sacramento del Bautismo, no debemos pensar que esto es suficiente, y que ahora podemos aparecernos en la iglesia únicamente una o dos veces al año, por ejemplo, con sólo traer a bendecir nuestro pan Pascual (kulich). No, el ser miembro de la Iglesia significa mucha responsabilidad y sin la ayuda de Dios, nosotros no podemos llevar a cuestas la venerable carga de la Cruz de Cristo. Mediante los Sacramentos de la Iglesia se nos entrega un auxilio especial del Señor para alcanzar la salvación. Nosotros limpiamos nuestra alma con el Sacramento de la Confesión, comulgamos con el cuerpo y la sangre Santos de Cristo en el Sacramento de la Sagrada Eucaristía, uniéndonos en este Sacramento con el mismo Jesucristo, nuestro Señor. Para las personas con algún padecimiento corporal o espiritual, existe el Sacramento ortodoxo de la Purificación; para los cristianos que desean casarse, entonces la Iglesia los bendice en el Sacramento del Matrimonio. Nosotros vemos como verdaderamente obran desatinadamente aquellos cristianos que mismos se embargan de la sagrada ayuda de Dios, evitando y muchas veces sin sospechar, el tesoro que encierra la Iglesia y que ellos pueden ser beneficiarios de este tesoro, basta con que se acerquen a la iglesia y comenzar a compartir esa vida de santidad.
La iglesia blanca de dos aguas, en honor de Zósimo y Sabás, hombres milagrosos, fue construida en el año de 1637. En las habitaciones de esta iglesia se encontraban la clínica y el asilo para los monjes ancianos y enfermos. Hace poco le fueron devueltas estas habitaciones al monasterio, los hermanos con todas sus fuerzas recuperan el hospital monasterial.
Si nos situamos entre la catedral de la Santísima Trinidad, construida en 1422 y la iglesia de Smolensk construida en los años 1745-1748, entonces podemos apreciar el camino de los tres siglos del desarrollo de la arquitectura eclesiástica rusa. Este arte fue perdiendo gradualmente su rigidez, severidad y marcado ascetismo. Hacia el siglo XVIII perdió completamente su inicial espiritualidad, volviéndose completamente terrenal, minucioso y menos espiritual. Lo exterior es expresión de lo interior, y todo arte refleja el nivel espiritual de su época. Sin embargo, el templo se queda como tal, independientemente de su estilo arquitectónico. El templo, es un lugar de la presencia benéfica de Dios. Y la edificación de nuestra iglesia en la mitad del siglo XVIII esta ligado a que, en este lugar, en la cocina del monasterio, el icono de la Virgen de Smolensk, era célebre por su poderosa fuerza de curación.
En una ocasión, por la noche, san Sergio observó una gran cantidad de hermosas aves blancas volando alrededor de su monasterio. De ese modo el Señor le anunciaba a su elegido que en esa medida tan grande y hermosa sería la cantidad de sus discípulos y seguidores. Y verdaderamente, en vida del Santo sus discípulos fundaron 25 monasterios. Después de su muerte, este número aumentó a 70. Entre los seguidores del Santo se cuentan varias decenas de santos canonizados. Es profundamente simbólico que en los muros de la Laura se encuentran las escuelas eclesiásticas moscovitas. Hoy en nuestras escuelas Clericales se encuentra “el gran recinto de san Sergio”, donde estudian más de 600 personas, los futuros servidores de la palabra de Dios y pastores del rebaño de Cristo. Después de cuatro años de preparación, en el seminario, los aspirantes pueden continuar su formación en la academia Espiritual. Son parte de las escuelas Eclesiásticas, también las escuelas coral e iconológica, en las cuales renace la antigua tradición del arte religioso. En estas escuelas, estudian los representantes de muchas eparquías de nuestra Iglesia, enviados de otras comarcas de las Iglesias Ortodoxas. Los egresados del seminario y la academia llevan a la gente la palabra verdadera de Dios.
La iglesia del portal fue construida en 1699 con recursos de la familia Stroganov, muy ricos y renombrados en ese tiempo. Al terminar el templo, fue consagrado en honor del Nacimiento de Juan el Bautista, misionero del arrepentimiento. Es muy significativo que precisamente en este templo se lleva a cabo el Sacramento de la Confesión para muchos peregrinos y devotos. Cada mañana muchas personas concurren a este templo, confiesan sus pecados, descargan su conciencia y son favorecidos con nuevas y abundantes fuerzas para llevar la cruz de su vida. Los clérigos de la Laura son monjes con la calidad de sacerdotes que les ayudan en la solución de las diferentes complicaciones de su vida espiritual.
Para el individuo que ha recibido el bautismo, pero que no sigue una vida como lo indica la Iglesia, su camino a la salvación comienza con el arrepentimiento. Y en primer lugar, la penitencia se le puede desear amorosamente a quien el Señor lo ha acercado mediante su voluntad divina a la sagrada Laura de san Sergio. Abrigamos la esperanza de que en la siguiente ocasión, lleguen aquí no como turistas o excursionistas, sino como personas que experimenten la necesidad personal de venir hasta esta inagotable fuente de virtud y embeber sus almas con el agua viva de Cristo.

TRADUCCIÓN DEL RUSO ESPAÑOL: NORBERTO ZUNIGA MENDOZA

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